No siempre resulta sencillo
averiguar el origen de una receta culinaria, en especial cuando se trata de
preparaciones muy antiguas; tal es el caso de esas obleas o tortillas a base de
harina de trigo, leche y huevos que los franceses conocen como crepes y los
gallegos como filloas.
Sí que se sabe que el Camino de
Santiago, antes y después de su cristianización, fue cauce de intercambios
culturales entre los pueblos europeos que incluían, naturalmente, los
gastronómicos; recetas y recetas viajaron hacia el Oeste o regresaron al Este
más o menos modificadas.
Los ingredientes los tuvieron los
europeos a su disposición desde un pasado muy remoto: trigo, huevos y leche...
aunque hay que subrayar que existen versiones de estas tortitas que sustituyen
la leche por un buen caldo, e incluso otras, más en desuso, que utilizan sangre
de cerdo.
También varía la forma de
calentarlas. Los bretones, y los franceses en general, las fríen en
mantequilla. Los gallegos utilizan tradicionalmente como grasa para freírlas un
buen trozo de tocino blanco que pinchan en un tenedor y frotan en la sartén.
Por si se animan, les daremos la
receta. Pongan en un molde 250 gramos de harina de trigo, tres huevos, una
cucharadita de sal y una pizca de azúcar. Añadan un litro de leche y mezclen,
batiendo hasta que la mezcla tenga consistencia de natilla. Déjenla reposar
media hora.
Pongan una sartén al fuego;
úntenla con el tocino antes citado, que irá soltando su grasa. Echen un poco de
la mezcla anterior y extiéndanlo rápidamente por todo el fondo de la sartén.
Una vez que la filloa se desprenda con facilidad, denle la vuelta y háganla por
el otro lado. Han de quedar lo más finas posible.
Lo normal es espolvorearlas con
azúcar, enrollarlas sobre sí mismas y tomarlas así, pero pueden rellenarse con
nata, con crema pastelera, con mermeladas, con miel... En Galicia son un postre
clásico de Carnaval y en Bretaña existe la tradición de voltearlas lanzándolas
al aire; se dice que si se hace con éxito teniendo en la mano una moneda, la
fortuna sonreirá toda su vida a quien lo consiga.
Por supuesto, suprimiendo el
azúcar en la confección de la masa, crepes o filloas quedan listas para
albergar dentro de ellas cualquier alimento, desde verduras hasta mariscos, en
preparaciones que ya rozan la alta cocina; los mariscos, especialmente los
camarones o las almejas, se prestan perfectamente, con alguna salsa, a ser
envueltos por esta sencilla y rica mezcla.
Nadie puede decir a ciencia
cierta dónde ni cuándo nacieron los crepes o las filloas; pero son unas cuantas
coincidencias las que apuntan a que sus creadores fueran, hace mucho tiempo,
esos celtas que llegaron a las costas del Mar Tenebroso mucho antes de que el
Camino de Santiago se llamase así.
MASA DE CREPS BÁSICA
Ingredientes
- ½ litro de leche
- 250 gramos de harina
- 50 gramos de mantequilla
- 4 huevos
- 1 cucharada de azúcar
- 1 cucharadita de sal
La cantidad de sal o azúcar se
puede variar según se vayan a elaborar para un relleno salado o dulce.
Proceso
Prepara la masa con dos horas de
antelación para dejarla reposar. Echamos en un cuenco amplio todos los
ingredientes y mezclamos con la batidora hasta obtener una crema fina y
homogénea, es importante que no quede ningún grumo. Reservar en el frigorífico
durante al menos dos horas.
Haz los crêpes en una sartén
anti-adherente, puedes engrasarla con mantequilla, pero nosotros preferimos
poner unas gotas de aceite de oliva, pero unas gotas contadas para que no
queden grasientas. La primera normalmente se desecha y sirve para que toda la
sartén esté perfectamente engrasada y no se peguen las que se harán a
continuación.
Dependiendo del tamaño de la
sartén, usamos medio cucharón o tres cuartos de la masa por crepe, deben salir
finas. Vertemos la masa en el centro y volteamos la sartén para que la masa
cubra toda la superficie, se deja cocer
un par de minutos y le damos la
vuelta para que se dore el otro lado.
Repetir la operación hasta
terminar con la masa, colocando los crêpes en un plato, uno encima de otro, así
se mantendrán calientes.
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